El nuestro es un mundo “globalizado”. Ya nada es local, ni vale, si no tiene proyección fuera de nuestras fronteras. Son los mandamientos de la nueva economía: todo lo que rodea a esta ciencia, sus leyes y fines son nuestra Biblia actual. Y su aplicación es absoluta. Se mete en todos y cada uno de los modelos anteriores y los reforma. Repta por las antiguas estructuras, que dejan de tener su forma acostumbrada y, aunque mantengan el nombre de siempre, parecen otras y se comportan de distinta manera.
Ya nada se mueve sin que se le apliquen criterios de empresa. Nada. Ni una tienda de coloniales, ni una peluquería de barrio, ni una tienda de cromos, tebeos o cambios de revistas. No se salva nada. Ni la familia.
En nuestras familias de ahora hemos cambiado al amo y señor, por un director general o presidente, que aunque no es mal puesto, no deja de estar sometido a consejo de administración. El padre de hoy suele decidir las grandes líneas de la empresa familiar –la macroeconomía-, pero tiene que presentar los detalles –microeconomía- a consenso y luego hay que aprobarlos.
La madre es, evidentemente, el consejero delegado, que lleva el día a día o la agenda, que es como se llama ahora, y ejerce las funciones, además, de tesorero. Cada uno de los hijos de esta empresa tiene un puesto en la mesa del consejo. Todos con voz, voto y veto.
Las decisiones que afectan a la “empresa” se toman por consenso, tras pasar cada proyecto por un análisis pormenorizado. Se estudia su viabilidad económica, sus posibles beneficios; se calibra si merece la pena, y, en caso de pérdida estimada, aceptarlo por otros motivos, como pudieran ser por prestigio, por relaciones públicas o como gasto de representación.
Salvo en las reuniones del consejo, que pueden ser de una vez al mes, o de una cada siete meses, los distintos consejeros no se ven habitualmente. Cada uno de ellos llevará el horario que rija en su sucursal y entrarán y saldrán de su “oficina” según la previsiones de trabajo: durante el invierno sujetos a las variaciones escolásticas o universitarias; durante los fines de semana según si tienen misión discoteca o misión diplomática frente a su santo contrario; en época de vacaciones, cumplidos algunos trámites de dirección, según donde haya más “negocio”: en la playa de Mallorca, en el cortijo sevillano o en las sierras y montañas.
Ya no cobran “la paga” el fin de semana: ahora se llama sueldo y es mensual. Y tiene “bufandas”: por aprobar el curso, cae la moto. Tras la recolección de calabazas en junio, salvar la situación en septiembre, se llama regalar un móvil. El cate en inglés conlleva un mes in Irlanda. Todo sin IVA. Además está sujeto a convenio colectivo: subida anual en función del INN (índice de nuevas necesidades), aumento de los días de vacaciones lejos de la presencia de la presidencia, disminución periódica de las obligaciones caseras, etc., etc.
La empresa no cierra nunca. Y está siempre “al loro” de posibles “nichos de mercado” por explorar: si un miembro del consejo de administración coge una hepatitis, pondrá a su disposición sus expertos en enfermería y le apoyará en la prospección de “formas de entretenerse” durante los meses de convalecencia. Si un miembro, trasladado a otra empresa debido a una “joint venture”, ha dado a luz y necesita del consejero delegado, se dispondrán las medidas necesarias para el asesoramiento en las cuestiones pertinentes a fin de salir también airosos en el nuevo camino emprendido.
El presidente, como todos los presidentes de empresas, estará para mantener el nivel económico adecuado y necesario que mantenga a flote su “negocio” y procurará que sus consejeros se sitúen lo más estratégicamente posible dentro del mundo laboral y empresarial que nos rodea, para intentar alianzas beneficiosas para ambas partes.
El consejero delegado controlará en lo posible los gastos y será el responsable de la cuenta de balance de pérdidas y ganancias. Tirando del departamento de “comestibles”, dejando la renovación del de “textiles” para la época de rebajas e invirtiendo en “loterías del estado”, irá ajustando el asunto monetario de manera que el “cash flow” permita algunas alegrías al final de cada ejercicio.
No es difícil hacerse una idea de lo anteriormente expuesto. Pero nada mejor que un ejemplo sencillo que nos permita ver con claridad la práctica diaria del ejercicio empresarial. Al efecto, escogeremos una “empresa” media, con un presidente, un consejero delegado y dos consejeros “de a pie”. Está ubicada en Madrid, cuenta con local propio que permite agrupar bajo un mismo techo todas las “sucursales”. Además, gracias a su política de austeridad, y en vistas a posible o futuras expansiones, posee un pequeño local en una localidad de playa. No tienen más personal que el contratado a tiempo parcial –fijo, discontinuo- para mantener las oficinas limpias a efectos visitas. El local no tiene portero, pero cuenta con perro fiel que hace las funciones de guardia de seguridad, sin cobrar extras, aunque trabaje las 24 horas del día y los 7 días de la semana.
-¡Las vacaciones serán los 30 días de agosto!, dice nuestro director general.
– Bueno, matiza el consejero “hija mayor”, pero de ellos, 15 los pasaré con el consejero “hijo” de la empresa González López, que es mi novio, en el local de la playa de Gandia, que para eso pertenece a nuestra sociedad gestora de patrimonio.
– ¡Un momento!, exclama el consejero “hijo segundo”, tengo previsto celebrar reuniones de trabajo en dicho local con mis “asesores colegiales”, de manera que habrá que ajustar fechas.
– Bien, pues saquemos las agendas. ¿Tiene algo en contra el consejero delegado?
– No, aunque el señor presidente querría también darse una vuelta por el local, porque no lo visita desde agosto del pasado año contable y hay algunas cosas que arreglar.
– Bueno, aceptan los “consejeros hijos”, si es por el bien de la empresa, podemos buscar una “transaccional” y partir el mes en tres.
– Bien. Se acepta la propuesta. Al acabar la reunión se ajustarán las agendas, para que todo transcurra sin rozaduras, ni problemas. Pasemos al siguiente punto de la orden del día: para cenar filetes empanados.
– No. Rotundamente, no. No lo acepto y lo veto. Esta consejera tiene que cuidarse el tipo dada la cercanía del biquini y está a lechuga y agua.
– ¡¡Me niego!! Es inadmisible, se queja el “consejero hijo”, llevamos quince días con sopitas frías, gazpachos y filetes a la plancha y yo creo, que los resultados económico-intelectuales de mi sucursal merecen algo más sólido.
– ¡Haya paz, señores consejeros! Cada sucursal será responsable de sus comidas. La señora consejera tome nota de que la nevera deberá estar surtida con lo necesario para cubrir las necesidades de todas ellas y cada cual actuará en consecuencia
Y, ¡vámonos Maruja, que hoy cenamos fuera! ¡Se levanta la sesión!